SAVOIE

«Ningún país de la llanura, por bello que sea, me ha parecido nunca tan hermoso…».
En Saboya, Jean-Jacques Rousseau encontró un marco a la altura de su imaginación. Los lagos de un azul profundo, los pequeños ríos que acechan en el fondo de los barrancos, las cascadas, los torrentes que se precipitan por las montañas cubiertas de abetos, son también, para el «caminante solitario», la ruta que le devuelve a Chambéry y Les Charmettes para vivir su gran amor.
En el lago du Bourget, Lamartine vendría a buscar la sombra de Elvire, cerca de la necrópolis de Hautecombe donde se había dormido la dinastía de los Saboya.
Castillos de ensueño, recuerdos de conquistas y cruzadas que hablan también de un matrimonio de amor con Francia, abadías y pequeñas iglesias que hablan de la fe de los Saboya, campos de cruces que testimonian el amor a la libertad, vivo en el corazón de los hombres de la montaña, de esta montaña que, hace cien años, sólo inspiraba sentimientos de terror…
Desde entonces, el interminable letargo del invierno se ha convertido en la gran fiesta de la nieve, pero con la primavera, Saboya redescubre su verdadero rostro y su verdadera alma.