
Siempre ha habido, y siempre habrá, herreros cuya técnica permanece inalterable, a pesar de los estilos y las épocas, ya se trate de la reja de un claustro del siglo XIII o de una puerta Luis XVI. Una pieza de herrería se dibuja primero en su conjunto en reducción, luego se reproduce cada detalle a tamaño natural en una plancha de metal.La pieza en bruto se pone al rojo vivo, luego se trabaja en el yunque donde el martillo le da poco a poco la forma deseada. La inspiración del artista queda sujeta a los imperativos de la técnica. Cada pieza debe forjarse con gran precisión para que pueda ensamblarse con otras piezas, que a su vez deben encajar armoniosamente en el conjunto. Aparte de cierta destreza, todo esto requiere una gran capacidad creativa, una cierta cultura artística y una habilidad un tanto… diabólica.