El diseñador lo inventa todo, empezando por su oficio. Viste lo que hacen las máquinas para participar en nuestra vida cotidiana. Pero no basta con utilizar un lápiz con gusto y habilidad para convertirse en «diseñador». También es necesario comprender el funcionamiento interno de un objeto o aparato para modelar su exterior sin comprometer su elegancia, ser hábil para suscitar las confidencias de los usuarios a fin de tener en cuenta sus críticas, elegir los colores y materiales susceptibles de mejorar las ventas, respetar los imperativos de seguridad o de producción industrial… Sintetizando estas exigencias a veces contradictorias, el estilista prepara nuestros hábitos para el mañana y da a nuestra época el aspecto por el que será juzgada.
Mini DV de una captura de pantalla de una mesa de edición.